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  • Zayra García Núñez

Ojos vacíos



Abres los ojos y observas a tu alrededor. La Otra aún duerme, tratas de no hacer ruido para que no se percate de que ya estás despierta, respiras, sabes dónde estás, crees que es un cuarto, sobre algo cómodo. Crees que es una cama, esta mañana te sientes tranquila. Esperas con calma por La Otra, se está moviendo. La escuchas en la pelea del cuerpo y la mente por despertar y, continuar durmiendo, pero el reloj biológico, del cual alguna vez escuchaste hablar, la obliga a despertar. Observas el techo, la escuchas, se estira, emite un sonido y discretamente se pone en pie. Va a tu cama, te observa. Cierras los ojos antes de que La Otra llegue a ti, no le temes, pero no saber quién es te da inseguridad.


Se retira despacio, sale del cuarto y al cabo de un rato regresa. Se acerca a la cama y te habla con una voz tranquila, eso te da calma. El timbre de su voz te hace estar atenta y tranquila. Abres los ojos y le ofreces una sonrisa; más por cortesía que por sentir deseos de sonreír a un rostro extraño que duerme a lado de tu cama.


Te ofrece comida, algo parecido a una papilla. Empiezas a comer porque sabes que es algo que debes hacer, aunque no comprendes el significado de esa acción, todo se ha vuelto ajeno a ti y accionas como una máquina que solo actúa por el conducto del otro. Me escuchas, el hecho de escucharme te da tranquilidad y te dejas guiar por La Otra. No confías del todo, pero confías en mí.

Terminas el último bocado y te oriento a recordar que debes ponerte de pie, me sigues, aún me sigues. La Otra te conduce al otro cuarto, sabes a dónde vas, eso todavía lo tienes presente.


Te sientas en la silla y la miras a Ella, le sonríes, por el gusto que te da sonreírle, te mira, te sonríe, sientes la complicidad en su mirada, te conoce, la conoces, no necesitas decirle una sola palabra, para eso estoy Yo. Iniciar ese diálogo mientras que ambas se encuentran desnudas frente a frente cada día. Sabes que comparten una historia común, aunque a veces no entiendes cómo te conectas con Ella, una siempre frente a la otra, sintiendo que el agua recorre su cuerpo, que la esponja retira lo muerto de tu piel ¿se puede igual retirar lo muerto de la memoria?


Cierras los ojos y te concentras en las caricias que el agua te hace, La Otra te lava el cabello, entre tinieblas surge el recuerdo de las colas que te hacía mamá para ir al colegio, como jalaba cada mañana para desbaratar los nudos. Abres los ojos y lo dices “mamá no me jales tan fuerte, ella te contesta que lo hará con más cuidado”.


Han terminado y la toalla te rodea el cuerpo. La otra sigue uno a uno los pasos de forma metódica, te sientes acostumbrada, con Ella hacen lo mismo, se observan y se sonríen. Con guiño se despiden, se guardan para sí mismas el secreto de estos encuentros que las conectan; comparten este ritual diariamente.


No sabes quien tiene los gestos de amabilidad primero, pero no puede ser distinto. Compartir un momento tan íntimo como el baño te hace sentir aún más cerca de Ella. Ves en Ella el vacío que encuentras en tu memoria. Te identificas. Te preguntas, si alguien como Yo, está con Ella. Mientras las visten, tú sostienes la mirada con Ella, el vacío en sus ojos se percibe igual al vacío en tu memoria. El baño ha terminado, Tú, Yo, Ella y la Otra regresamos a las tinieblas de tu memoria.


 

Zayra García Nuñez

Nació en el Poblado Miguel Alemán en la Costa de Hermosillo en el estado de Sonora. Es Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Sonora. Actualmente, radica en el estado de Tabasco donde trabaja como docente de secundaria. Lectora y promotora de la lectura

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