Sobre el muro, el techo,
sobre el techo,
la mañana y sobre la mañana,
el pájaro oscuro
que me canta matinatas
de un repertorio desconocido,
recogido en su vuelo
alucinado
por las ciudades pendientes
y los árboles sin flores.
El ave me trae un inmemorial canto
de sutil melancolía,
acompañando el café
que suave, tierno y muy agudo
me pongo a beber en mi ventana.
Esta noche,
despojada de todo traje,
es una mujer que se aviene
al tiempo,
sin más vestimenta que su propia sombra.
Noche de cuentos y de fantasmas
que deambulan entre los resquicios
del silencio y de la casa y
se confunden en un gemido
de viento y ruidos,
con puertas que se abren o se cierran.
Noche bizca y sola,
apenas se asoma a la vereda
para perturbar la calle.
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