a Tania
¡Es la nieve, muchacha! ese gélido galope en el corazón del trópico, la llaga expuesta de tu cuerpo, esa rodilla que vacila y se abre a los vestigios óseos del mundo.
¡Es la nieve! el muñeco de la zanahoria, la cenizas del ingenio apelmazadas en tu rostro, el perfil un tanto ocre de un diablo danzarín y burlesco, el signo tras el cual reseñan tu nombre, tu paradero, la cruz acróbata en la que recibes el látigo, porque tiene un precio, porque todo es un precio, las visitas del domingo, el almuerzo sazonado, las malditas pastillas para la calma.
Esa blanca fécula del oleaje, la pasta que me dices robó tus versos, tus pinceles, tus pasos sobre adoquines de adobe.
Ahora la calma, ahora es el signo, la máscara, la mueca, también pudiste ser un pueblo, un núcleo organizado con el filo primigenio de la palabra, también pudiste ser una poeta, un bardo contra el mundo y el mundo sería la nieve, esa droga un poco cara, esa canción un poco cara, ese libro, la inflamable personalidad de quien un poco triste toma un billete y aspira, ese plástico del crédito trazando líneas en una vida sin fondos; ¡Es la nieve, muchacha!
Nueve de cada diez recaen,
con sus patines,
sus esquís y todo,
descienden con el vértigo pronunciado en la mirada.
Brannan (Tabasco, 1992)
Del colectivo la Ausencia del Durazno. (https://laausenciadeldurazno.wordpress.com/), último trabajo “Cuaderno de apuntes” por Dos Puntos Editorial (https://rhz66.app.goo.gl/HA8gT4g2zBbmUHwJA).
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